
Hoy quiero hablaros sobre el Kintsugi, una técnica japonesa que transforma lo roto en algo aún más valioso. Cuando una pieza de cerámica se quiebra, en lugar de desecharla, se repara con resina mezclada con polvo de oro, plata o platino. El resultado es una obra única, donde cada grieta resplandece, recordándonos que las imperfecciones pueden ser una forma de belleza.
A menudo, en nuestra vida, enfrentamos momentos difíciles que dejan cicatrices, ya sean físicas o emocionales. Tendemos a escondernos, a ocultar esas huellas, pero ¿y si, al igual que en el Kintsugi, nuestras heridas fuesen una parte esencial de nuestra historia?
Cada cicatriz cuenta una batalla, una experiencia superada. En lugar de avergonzarnos de lo que hemos vivido, ¿por qué no adornarnos con oro y mostrar nuestra verdadera esencia?
Así como el Kintsugi nos enseña a apreciar las roturas como parte de la belleza del objeto, debemos abrazar nuestras cicatrices como símbolos de resiliencia y crecimiento personal. Ser más valiosos por lo que hemos vivido, no a pesar de ello.
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